Se cumplen este año quince del naufragio del Prestige y, como suele pasar a menudo con vosotros, los humanos, parece ser que se os ha olvidado todo con demasiada rapidez. Comentaré en esta entrada de la bitakora ciertos asuntos que tienen que ver con aquella catástrofe. Catástrofe, sí… porque a pesar de las mentiras y despropósitos que vendieron los responsables, por aquel entonces, del gobierno de España, lo que se produjo al derramarse el petróleo al mar, y sus consecuencias, solo pueden calificarse como de catástrofe. Me lo pintéis como me lo pintéis… yo lo sigo viendo muy negro.
Tras las declaraciones de los responsables políticos, considerando el vertido de todas las maneras posibles, menos como de una catástrofe, miles de personas anónimas en España limpiaron el desastre con la sola ayuda de sus manos. No sé a vosotros, pero a mí se me antoja una vergüenza de proporciones descomunales que miles de personas limpiasen el famoso chapapote, mientras que desde el gobierno se incidía, una y otra vez, que la culpa de todo era del capitán del petrolero. Eso es como echar la culpa a Mari cada vez que coges un catarro. Y a pesar de los continuos mensajes que decían que del casco roto del barco salían unos hilillos como de plastilina, que la situación estaba controlada, y de que la culpa fue de cualquiera menos del gobierno de entonces, el caso es que una marea negra y pegajosa cubrió las costas del Cantábrico desde Portugal hasta Francia. Y para paliar la desgracia, allí estaban un montón de hombres y mujeres que, de forma anónima, limpiaron la mierda.
Cuando al gobierno se le dijo que debía de limpiar el fondo marino, así como las costas, adujo que era algo que, sencillamente, no se podía hacer. Miles de personas demostraron que las costas sí que se podían limpiar, dejando lo más difícil, como debe ser, en manos de los responsables políticos, que para eso, y no para llenarse los bolsillos, se les había votado. Pero el gobierno se quedó de brazos cruzados mientras veía como se limpiaban las costas y playas por voluntarios (¿se les dio alguna clase ayuda económica por hacer ese trabajo?, porque me consta que much@s se unieron desde muy lejos de la costa del Cantábrico), y siguieron en sus trece de no hacer nada por limpiar el fondo marino porque no se podía hacer. Decían que era imposible, que el barco hundido estaba a nada más y nada menos que tres kilómetros de profundidad, y que la empresa era una temeridad, una quimera, basándose en el hecho, para ellos, de que el vertido estaba siendo mínimo.
¿Seguro?
Resulta que, en el Mar del Norte, se extrae petróleo a más de quince kilómetros de profundidad, y se extraía entonces, hace quince años, y en unas condiciones climáticas que eran, y son, poco menos que infernales: con temperaturas bajo cero y con ventiscas y tormentas de hielo y nieve cada dos por tres.
Cuando el gobierno de España limpió los restos del Prestige, ya hundido, habían pasado varios meses. Se tardó una eternidad en extraer petróleo a solo tres kilómetros de profundidad, y con unas condiciones climáticas que bien quisieran para sí los trabajadores de las petroleras del Mar del Norte.
Es decir… que no se hizo nada con anterioridad… porque costaba dinero. Así de simple.
Cuanta hipocresía os meten a diario a cucharadas soperas grandes, y luego les ponéis el culo para que os den por detrás.
Pero el despropósito va todavía mucho más allá.
El capitán del petrolero fue juzgado y condenado culpable. Un hombre que, según sus propias declaraciones, había pedido permiso para poder atracar cerca de una playa gallega, una cercana, la que fuese, tratando de varar el buque a cuatro millas de la costa, pudiendo así largar anclas, con la intención de haber podido evitar una catástrofe de dimensiones descomunales, la que luego se produjo. Una vez el barco varado, en un lugar controlado, se partiese por la mitad o no vertiendo chapapote, si esa playa se habría cerrado a cal y canto, el desastre se habría limitado a una sola playa, y no a toda la costa cantábrica. En mi opinión, en mi humilde opinión, si se hubiera hecho esto, y luego se hubiese declarado esa playa como zona catastrófica, con las consiguientes ayudas a los habitantes del lugar, se habría evitado la debacle. Pero el gobierno le dijo al capitán que ni se le ocurriese por nada del mundo acercar el barco a la costa, que se marchase bien lejos (hubo quien hasta se alegró de que si seguía alejándose, llegaría hasta Ternua) y que llevara la mierda a otra parte. Y sí que la llevó, sí…
Quince años después, los responsables políticos se lavaron las manos entonces, y se las siguen lavando ahora, aunque la mierda les cubra por encima de las orejas, y siguen considerando que el culpable de todo fue el capitán del barco. Un hombre homenajeado por otros marinos como él, y que acabó siendo el chivo expiatorio de los pecados, y la calamitosa falta de profesionalidad y criterio, del gobierno español
Pero yo, desde aquí, desde la bitakora, escribo esta entrada no con la intención de que quiero que se recuerde a los políticos que engañaron entonces, sino con la intención de recordaros a tod@s los que limpiasteis con vuestras manos el chapapote, de que lo que hicisteis, engañados o no por vuestros representantes, es algo que os agradecerá Amalur por siempre. Y con la intención de que asumáis de una puta vez, que si os unís, si os unís de verdad para luchar contra las cosas que no están bien, conseguiréis lo que os propongáis. Sea limpiar una marea negra, sea no comulgar con ruedas de molino.
Tal vez, si comenzáis a decidir por vosotros mismos, y no dejáis que aquel grito de rabia y furia que medró en aquel entonces en España caiga en el olvido, tal vez, y solo tal vez… no fuera en vano:
¡NUNCA MÁIS!
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