Sentado estaba yo ayer en la calle, mezclándome entre vosotros, los humanos, mientras os veía pasar. Embelesado con lo variopintos que sois, hay humanos para todos los gustos, giré la cabeza… y cuál no sería mi sorpresa, cuando vi a una muchacha sentarse a mi lado. Me saludó y me sonrió, muy amablemente, y sacó un libro de su bolso. Y se puso a leer.
Yo, encantado con aquello, apenas podía dejar de mirarla. A ella y al libro. Ni siquiera pude ver el título, no os engaño, y mucho menos aún saber de qué trataba ese libro, pero sí me fijé en que usaba como marcapáginas la tarjeta de una biblioteca, o un club de lectura. Era de esas chapadas a la antigua, de las que se apunta todo a mano, y estaba abarrotada de anotaciones de libros cogidos por ella, y cruces al final de las anotaciones, cuando se marcan porque se supone que los había leído y devuelto a su lugar. No me importó lo más mínimo saber de qué libro se trataba: la escena me tenía encandilado. Y la muchacha, tras un par de miraditas rápidas por encima de sus gafas de pasta, parecía ponerse nerviosa. Por ello, sintiéndome como un intruso, a pesar de que era ella quien se había sentado a mi lado, me levanté y la saludé asintiendo con la cabeza, mientras me marchaba de allí imitándoos: con prisa. No pude evitar volverme antes de alejarme del todo para mirarla por última vez. Seguía leyendo. Absorta. Incluso sonreía.
No la miraba a ella. No miraba el libro. Miraba la escena: un humano leyendo.
Sé que muchos leéis. Sé también, que a muchos os encanta la lectura. Pero sé también que sois una minoría.
Queda bien en vuestras tertulias sociales dejar claro a los demás humanos que leéis. Os encanta ponderar una faceta en desuso entre los demás humanos, para que vean que no sois parte del rebaño. Para que os consideren un poco más inquietos intelectualmente que a la mayoría. Pero sabéis y asumís, muchos de vosotros, que no es algo realmente extendido. Que os gusta que os den las cosas hechas, putos zánganos de los cojones, y preferís ver una buena película, o mala (os da igual), en lugar de disfrutar con algo que exige esfuerzo por vuestra parte. Y muchas veces, no digo que siempre sea así, ni que seáis todos iguales en este sentido, enfrentaros a un libro lo asimiláis como algo soso y aburrido que no proporciona más que tedio y sopor. Por eso me encantó ver a aquella chica leyendo.
Hace poco leí en una de esas publicaciones que suelen salir en los quioscos semanalmente, las llamáis revistas, que se había hecho un estudio sobre un tema, y que el resultado final del estudio dio como resultado una media de quince años. Quince años de vuestra vida. Ahora os digo en qué.
Como el nuevo teléfono móvil que me compró Basandere (ya os comenté con anterioridad que es genial, de los de arrastrar con el dedo) tiene de todo y hace de todo (el día que me haga un huevo frito me da un ataque al corazón) lo encendí y le puse en modo calculadora. La cuenta que quería hacer podría haberla hecho mentalmente, sin problemas, pero me paré cerca de la cola de espera de un autobús y todo el mundo enredaba con el dichoso aparatejo de las narices, así que me quise mezclar con el rebaño para no destacar. Y empecé con mi cálculo. Os lo mostraré con cifras redondeadas para que tratéis de asimilarlo mejor, que os noto muy torpes últimamente:
Pongamos que un humano vive ochenta años. Y pongamos que la tercera parte de su vida se la pasa durmiendo (26,66 años durmiendo, por lo que tomaremos 27, únicamente por redondear). Pongamos también, que trabaja durante cuarenta años (sé que aquí me he columpiao, que muchos no podéis trabajar porque vuestra sociedad os ha privado de ese supuesto derecho que tenéis) por lo que deberíamos quitar la tercera parte de esos cuarenta años (13,33 años trabajados en total, por lo que tomaremos, por el mismo motivo que antes, 13 años). Eso sí, ir y volver al trabajo os lleva vuestro tiempo, por lo que sumaremos una hora diaria (media para ir y media para volver): 2 años (1,66 años, pero vuelvo a redondear). Y quitaremos también unas tres horas al día, durante toda la vida, entre asearos, alimentaros, cuidar de la familia y la casa… (redondeando de nuevo, 5 años).
¿Habéis hecho el cálculo? ¿Cuántas horas os quedan para vosotros? ¿Cuántas horas os quedan para disfrutar? Traducido en años, ¿cuántos años de vuestra vida disfrutáis?
Os vuelvo a recordar antes de seguir, que los datos de arriba son grosso modo, y con la única finalidad de redondear. No todo el mundo vive hasta esa edad, no todo el mundo duerme ocho horas diarias, no todo el mundo trabaja ocho horas al día, no todo el mundo tarda media hora para ir hasta su puesto de esclavo…, perdón, quería decir trabajo…, no todo el mundo tarda lo mismo en asearse, comer, hacer las labores del hogar… y fijaros que no he incluido los días de vacaciones, los fines de semana y demás… por lo que en realidad las cifras distan mucho de ser reales. Solo quiero que asimiléis algo que quiero explicaros, nada más.
80 años, menos 27 años, menos 13 años, menos 5 años, menos 2 años… 33 años.
Bueno… pues a mí me salen 33 años de vuestra vida, en los que realmente disfrutáis. 33 años, en los que realmente vivís. El resto estáis trabajando, durmiendo, y haciendo diversas labores.
¿Os parece mucho? ¿Poco? ¿Recordáis que más arriba os he comentado que leí un artículo en el que de daba una cifra en años? ¿En años de vuestra vida haciendo algo? ¿En qué puede ser? Vamos… decid algo. ¿Nada…? Sí, eso es. Alguno sí que lo ha adivinado.
Os lo voy a decir. Por favor… sentaros. Respirad hondo. Allá va:
Os pasáis quince años de vuestra vida viendo la caja tonta.
¿Qué…? ¿Cómo se os queda el cuerpo? Pues hay más…
Si restamos esos años a la operación redondeada de más arriba, os quedan 18 años reales de vida. Años reales de disfrute, de asueto y de libertad para hacer lo que vosotros queráis. ¿Muchos? ¿Pocos? No voy a entrar en si alguno disfruta más o no que otro viendo la caja tonta, me limito a daros los datos.
Imaginad ahora que en lugar de ver quince años la caja tonta, le dedicaseis solo la tercera parte a la lectura. Solo la tercera parte… a la lectura. Solo cinco años de vuestra vida. ¿Cuántos libros podríais llegar a leer? Imaginad una cifra, y me temo que aún así… se quedaría muy corta, en comparación a los que puede llegar a leer la chica de las gafas de pasta.
Imagen de PublicDomainPictures
Deberíais envidiarla… pero en lugar de eso, en lugar de formar parte misma de cualquiera que sea la historia que narre un libro… muchos esperáis a que salga la película.
Hasta el Tarttalo pone más interés que muchos de vosotros.
Me voy, que llego tarde. Hoy cenamos Basandere y yo en casa de Mari. Y después de cenar cambiaremos un buen libro por una maravillosa tertulia junto al fuego. No todo va a ser leer. Me encanta ir a su casa: no tiene televisión.
Yo tampoco.
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