La ermita de San Lorenzo, en el actual barrio de Bermejillo, en Gueñes, es sin lugar a dudas la verdadera protagonista de Cultus. Todo gira en torno a ella, todo parte de ella, y todo vuelve a ella. Y todo, sin siquiera describirla. De ella quiero hablaros en esta entrada de la bitakora.
Perdida en el monte, entre pinos, y aún así, relativamente cerca del valle, propiamente dicho, se me presentaba como el rincón perfecto para que toda la historia girase en torno a este lugar. Algunos días, allí arriba, solo, mientras Basandere cuidaba de vosotros, mi mente se transportaba lejos, muy lejos, y más de un capítulo germinó junto al arroyo que corre junto a ella. Intentaba pensar como vosotros y me hacía alguna que otra pregunta: ¿podría haber vivido allí, hace siglos, algún monje o congregación que se asemejase un poco, solo un poco, a esos personajes a los que ciertas novelas históricas os tienen acostumbrados? De ser así, ¿cómo serían sus vidas? ¿Aburridas? ¿Tal vez no aburridas pero sí tranquilas? ¿O quizá… no lo fueron tanto?
Finalizando el siglo pasado, XX para los humanos, a comienzos de la década de los noventa, tuvieron lugar en la ermita unas excavaciones arqueológicas. En dichas excavaciones quedó claro que en el pasado el lugar fue mayor de lo que es ahora. Es cierto que la torre del campanario no se hizo hasta mucho después de su primera construcción, pero aún hoy, se pueden observar en el suelo los restos de lo que fueron unos muros exteriores, separados del actual edificio. Terminadas las excavaciones, se dio por sentado que allí se había enterrado gente, siglos atrás. ¿Monjes de alguna congregación que morase en el lugar? Es posible. Yo creo que más que posible, pues un edificio que lleva siglos ahí… no sé, pero a mí se me antoja muy difícil que no haya estado habitado en el pasado. No me refiero a la ermita en sí; esos restos de muros exteriores en el suelo me dan mucho que pensar. Creo no equivocarme, cuando afirmo que todo apunta a que allí vivió gente, aunque no fuesen muchos, y que con el tiempo el lugar fue abandonado, o cuasi abandonado, y acabó convertido en lo que es hoy: una ermita perdida en el monte, donde se acerca la gente el día de San Lorenzo a oír misa y asistir a una especie de romería humana muy sencilla, y donde ya ni pueden tocar la campana para la llamada a la liturgia de los fieles, tras haberla robado unos hijos de la gran puta en el pasado. Perdonad si me pongo de mala hostia, pero el que es capaz de robar la campana de una iglesia, habida cuenta de la devoción que sé que muchos de vosotros tenéis a San Lorenzo (¡si supierais que sus famosas lágrimas son en realidad las estelas que deja la carroza de Mari en el cielo…!) sería capaz de vender la virginidad de su hija. Puede que vuestro Dios los perdone (se supone que os perdona todo), pero yo no. Puede que incluso Mari los perdone (Ella sí que lo perdona todo… ¡es tan buena…!), pero yo no. Yo os quiero demasiado para veros sufrir. Y como no soy Dios, y tampoco soy Mari, yo no los perdono. Como tampoco me perdono a mí mismo, no haber estado la noche que os robaron la campana para haberles presentado al Tarttalo. Igual después, alguno hubiese acabado amontonado a la entrada de su cueva. O, mejor aún, lo que quedase de él. ¡Qué lástima!
Sí que se encontraron en las excavaciones, y esto es real, los restos de un niño (creo recordar que también los de un adulto), cuya identidad no se ha podido saber.
Si bien no se puede ratificar de cuándo data la primera construcción, sí que se afirma que el lugar fue objeto de varias reformas con el paso de los años. Tal vez sea mejor decir de los siglos, pues si la ventana trasera que da al regato, una obra en piedra de sillería bastante desgastada, sí que se ha fechado en el siglo XI (¡Un milenio! ¡Esa ventana tiene un milenio!), a mí no me parece una locura que el lugar se hubiese levantado por primera vez unos pocos años atrás. O, quizá… muchos años atrás. Una copia de esa ventana se encuentra expuesta en el Museo de La Casa de Juntas de La Avellaneda. Al menos, allí estaba una vez que me colé dentro, para ver qué tal cuidáis de vuestro pasado… y no lo hacéis mal del todo. Si cuando os ponéis… hacéis las cosas bien. Si alguien quiere verla allí, bien… pero la original merece una visita. No creo que haya muchas construcciones humanas tan viejas en toda Enkarterri.
Tenemos pues, con la ermita de San Lorenzo Bermejillo, un lugar que bien puede llevar ahí arriba más de mil años, y muchos humanos seguís marchándoos fuera a ver piedras del renacimiento. Ese lugar no ha renacido, pues nunca murió del todo. Ese lugar se ha mantenido ahí desde ni se sabe cuándo, creo que con certeza no se sabrá nunca, y ahí seguirá cuando todos vosotros estéis acompañando al niño desconocido.
Dicen que París bien vale una misa. Yo creo que San Lorenzo bien merece una visita, y… a quien corresponda, que no sé si será al ayuntamiento de Güeñes, a Santa María o al obispado… San Lorenzo bien merece una campana.
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