¿Qué es eso del sexo raro?
¿Cada cuánto practicáis el sexo? ¿Cada día? ¿Un par de veces por semana? ¿Alguna que otra vez… y porque es sábado sabadete? ¿Alguno de vosotros, si tenéis cierta edad, sufrís del llamado mal del tarro? Sabéis lo que es eso, ¿no? Es cuando cortejáis a una joven y termináis siendo novietes.
Luego, cada vez que os acostáis con ella metéis un garbanzo en un tarro de cristal. Años después os casáis… y una vez casados, cada vez que os acostáis con la que es vuestra mujer…
… sacáis un garbanzo del tarro, para comprobar, tristes y abatidos, que el tarro de los cojones no se vacía nunca.
Cuando tenéis sexo… ¿de qué tipo es? ¿Solos?
¿Él arriba y ella debajo? ¿Intentáis hacer cosas nuevas? Las llamáis así, pero ya existen hace siglos: posturitas… el último número de la sexta decena… prácticas que llamáis como a los varones de Grecia o Francia…
… ¿u os gustan otro tipo de prácticas, digamos… no tan convencionales?
A mí, personalmente, me importa una mierda qué tipo de sexo tengáis. Solo os animo a que lo practiquéis. Y cuantas más veces, mejor. Todavía no he conocido a un solo humano, o humana (tampoco a ningún ser prodigioso como yo), de que se lamente en su lecho de muerte por haber follado demasiado.
Hace unos años se pusieron a la venta una serie de libros que trataban ese tipo de sexo, quizá no tan convencional (aunque esto seguro que depende de para quién)…
… y donde se supone que ambas personas disfrutan con prácticas que no suelen estar bien vistas por vuestra hipócrita sociedad. Digo ambas personas, y no un hombre y una mujer, porque creo que ya he dejado claro con anterioridad que si dos personas quieren estar juntas, el sexo de cada cual es lo de menos. Y esos libros llamaron a much@s la atención sobre ese tipo de sexo, considerado por frailes y monjitas de clausura, como raro.
Le llame especialmente la atención a alguien o no, el mundo del BDSM llenó las tertulias de muchas parejas… y luego pasaron a practicarlo en la intimidad. Fantástico. Esto es fantástico. Si les gusta y les atrae… ¿por qué no? Además, existe el incentivo de hacer cosas nuevas, por lo que el tedio y el sopor que muchos (sobre todo parece ser que muchas) soportaban en las aburridas y calcadas sesiones de sexo con su pareja, quedaba así aparcado.
Si a una mujer, por ejemplo, la gusta que la aten y la azoten en el culete (o en el filete), y luego que la posean con frenesí mientras no se puede ni mover, sintiéndose así sometida (pero por que lo quiere ella, ¡ojo!), y luego intercambia los papeles con su pareja, y porque a ambos les gusta así… cojonudo. Nadie debería de decirle a nadie cómo ha de actuar en el sexo, y mucho menos con quién.
Y aunque much@s crean que son poseedores de la convicción y la razón que otorgan unas arcaicas ideas predeterminadas, y les parece una aberración todo lo que se salga de la posturita del misionero, otr@s disfrutan del sexo más abiertamente sin hacer caso, como debe ser, a los primeros.
Lo triste es que no se trata de que disfruten del sexo de manera más abierta, si no que lo hacen porque tienen la mente más abierta. Hay un abismo. Y si es con humanos de su mismo sexo… pues allá ellos. Me sigue pareciendo genial. Y que practiquen lo que les dé la gana.
Dicen que un hombre no le puede practicar un cunnilingus a una mujer, mejor que otra mujer. Dicen también, que una lesbiana es lesbiana porque no ha probado un buen miembro masculino, pero que muchos hombres son heterosexuales, precisamente, porque no han probado nunca un buen miembro masculino.
Y de la misma forma que un hombre y una mujer pueden y deben practicar el sexo con quien les apetezca, o porque les atraiga, sin importar su género, de la misma manera hay humanos que llevan a su intimidad prácticas que hacen que otros se santigüen haciendo la señal de la cruz de Jesús, buscando tal vez terminar el día también en otra cruz: la de San Andrés.
Sexo es sexo. Disfrutadlo. Y que no os llamen raros: el sexo es para disfrutar.
Raros son los que no disfrutan porque hacen siempre lo mismo. A mí me hacen tanta gracia como cuando oí en el bar tomando un txakolí, que no existe la lana virgen: solo hay pastores lentos.
Hummm… estos pastorcitos míos…
¿Atará alguno a la oveja?…
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